⌛ Llegó el día del retiro y mi regalo de cumpleaños 🤗

🎁Hoy quiero hablar de los regalos, de su valor, del amor con que se entregan y de su significado. Considero que hay dos tipos; los primeros son los momentáneos, esos que tienen un alto significado pero que el tiempo los desgasta, no le damos uso o simplemente quedan guardados en algún lugar esperando ser redescubiertos. Los segundos son los que perduran, aquellos que nunca se pueden borrar, que no se guardan, sino que parece que cobraran vida y, por el contrario, se avivan con el tiempo, quedan en el corazón o en la memoria.

Ahora viene uno de esos regalos (de los que perduran), el de mi cumpleaños número 35, viene en camino y llegará en las próximas semanas, más temprano que tarde. Es tan importante que marcará el cambio de un ciclo. Desde hace unos quince años me propuse retirarme (pensionarme) a los 35, para bajarle el ritmo a mi vida y vivir al estilo de los millonarios de Silicon Valley, no por el dinero sino por la capacidad de tomar decisiones, de trabajar en lo que quiero y destinar el tiempo a lo que me apasiona. Había puesto un límite para hacer pruebas, me maté como loco en el trabajo, hasta 20 horas al día, aprendiendo a distribuir el tiempo de emprendedor y empleado. Incluso pasé semanas sin dormir más que 3 horas diarias en uno de los tantos intentos de hacer crecer la empresa. Hoy creo que esos instantes fueron la época más oscura de mi vida, de miles de aprendizajes, pero también de llevar el cuerpo a situaciones de estrés y de angustia poco imaginables.

Este retiro lo planee con el fin de acabar esas cosas, de empezar a disfrutar más, los momentos únicos de la vida, de aprender a vivir, de no poner en riesgo lo que más quiero, mi vida, mi esposa y mi familia. Estoy agradecido porque en los últimos años alcancé cosas, logré mucho más de lo que imaginé, pero también llegué a un agotamiento mental insoportable. Que definitivamente no quiero volver a vivir.

Empezaré por ir 17 años atrás para poder entender porque es tan especial éste regalo, el del cumpleaños número 35. A mi esposa la conocí 17 años atrás, en la universidad, en medio de las más improbables condiciones. En aquellos años seleccionaban a 80 estudiantes en mi carrera y colocaban una lista de opcionados, si alguno de los admitidos no se presentaba el día de la matricula perdía el cupo y se lo asignaban a uno de ellos. En esa lista estaba yo, en la novena posición, por lo que tendrían que faltar más del 10% para que me dieran un cupo. No tenía muchas opciones, ya me había presentado a otras universidades sin ningún éxito y mis opciones eran únicamente las universidades públicas, pues no tendría ninguna opción de pagar una privada.

Recuerdo mucho que ese día estábamos unas 30 personas (con las mismas ilusiones), todos esperábamos que llamaran uno a uno los que ocuparían los cupos que otro había rechazado. El nivel de silencio era absurdo, todos estábamos rogando que alguien dejara el cupo, el llamado era lento, demasiada presión para unos adolescentes de 16 o 17 años. Al principio era rápido, pero cada vez se hacía más lento, algunos momentos no llamaban a nadie y solo pedíamos que ese no fuera el último. Recuerdo que cuando llegaron al octavo de la lista lo llamaron por un buen rato, pero nadie salía del grupo, nadie llegó. No creo que puedan imaginar lo mucho que yo deseaba que no llegara. Ahora pienso, en que sería el futuro para él, deseo que haya tenido más oportunidades y esté muy bien, pero en ese momento solo quería que no llegara. La secretaria esperó un minuto, uno de los más largos de mi vida y enseguida llamó al número 9, ese era yo, le entregué mi carpeta, la recibió y como algo extraño y a la vez injusto llegó el muchacho, había llegado un poco tarde, no mucho, tal vez un minuto después de su llamado. La secretaria ya tenía mi carpeta así que lo miró y le dijo que ya había recibido mis documentos y que el mío era el último, así que ya no llamarían a nadie más, que a todos les daba las gracias por haber asistido y que esos eran todos los cupos disponibles.

No pude ver la cara de ninguno, solo entré a la oficina con las manos frías y temblorosas, tal vez de la emoción o del miedo, entregué los documentos y firmé la matricula, pero puedo imaginar la tristeza y la frustración de todos.  Pensaba principalmente en aquel muchacho que llegó unos minutos tarde, pero que me dio la oportunidad de cambiar un poco mi realidad, mis sueños, mi vida y la de unos cuantos con los que he compartido desde entonces.

Tal vez unos 20 días después entró una estudiante nueva a mi grupo (uno de los cuatro grupos de 20 estudiantes), me llamó mucho la atención su código, todos teníamos un código en la universidad que era más importante que la cédula, era necesario para identificarse en todo lado, el mío era 20031150052 indicaba el año de ingreso, el semestre, el código de la carrera y el orden alfabético de 1 hasta 80. Ella tenía el código terminado en 81, ósea era la última de las ultimas de las ultimas. En esos días se había retirado una compañera y decidieron en la facultad no perder el cupo, ella estaba en la posición catorce de la lista. No entiendo que más herramientas y cosas hizo ese loco e inexplicable azar para convertir a los últimos en ingresar a la universidad en una pareja compatible y con el deseo de estar juntos por lo que nos queda de vida.

Ya son 17 años, 7 de novios y 10 de casados, más de la mitad de nuestras vidas hemos estado juntos, en un caminar con logros, pruebas, peleas y reencuentros. Cada vez entendiendo un poco más la locura del amor, y me lleva a pensar que la vida sin el otro no sería igual y tal vez algo aburrida. Creo que muy pocos días hemos pasado sin reírnos por alguna cosa, los últimos cuatro años han sido los mejores, tal vez ya maduramos, ya dominamos un poco nuestro ego y hemos experimentado esa hermosa experiencia telepática de transmitir mensajes, historias y opiniones sólo con mirarnos. Ya superé la barrera de inseguridad inicial (que solo se logra con el tiempo) y ahora me puedo sentir amado sin necesidad de que me lo diga o de ser empalagoso. Sin necesidad de expresarlo en todo momento hemos llegado de una forma sincera a decirnos aún más veces “te amo”, ya no por muletilla sino porque sale de lo profundo, sin necesidad de que nadie más escuche, como una manifestación privada de algo infinito.

Obvio que no somos los mejores esposos del mundo, no creo que seamos un modelo a seguir, tenemos errores, pero somos felices y por nada cambiaría este camino recorrido. Subimos montañas en bicicleta hasta que no sentimos las piernas, recorrimos pueblos y veredas en moto por más de 12 horas diarias hasta no sentir las nalgas, tuve la fortuna de estudiar fuera del país y aprovechar los fines de semana y vacaciones para recorrer con ella sitios hermosos nunca planeados, con unos pocos euros y una mochila. Algo que ni en los mejores sueños habríamos imaginado.

Esto me hace concluir que algunos regalos no se preparan con días, sino que requieren años. Necesitan una sincronización del tiempo y del espacio tan poco probable que era más sencillo que no ocurriera. Luego de todo este tiempo entiendo que mi regalo ya está listo y llega a tiempo para mi retiro. Admito que me había acostumbrado a que fuéramos solo dos, a andar por la vida en una moto o en una bicicleta y en los tiempos libres trabajar, pero llegó el día de que llegue alguien más a acompañarnos en las montañas, en los caminos y en las veredas.

Tenía miedo de cambiar esa libertad, es lo más valioso para mí, pero estos últimos nueve meses me han cambiado demasiado. Obviamente no puedo perder mi esencia, pero ahora ese miedo se transformó en emoción, en un espantoso manojo de emociones dominado por las hormonas. Inexplicable, hasta que estudiando el tema (siempre fui más racional que emocional), aprendí que a los padres también nos molestan las hormonas por estos días, que no son solo un privilegio de las madres, sino que por medio de una química impresionante nos permite disfrutar (a los que en realidad nos involucramos) de ese privilegio biológico.

Ahora llegará Ana Malena, nuestra bebé, quien me volvió a enamorar y debo aceptar que me hizo perder la cabeza después de mucho tiempo, no logro siquiera imaginar cómo será cuando la tenga en mis brazos. Va a ser la mayor alegría, locura, no sé… Agradezco poder ser padre, más aun poder serlo con cierta madurez (o vejez), creo que tendrá muchos privilegios, cosas que antes no habría sido posible, tendrá tiempo con sus padres (por mi parte seré padre tiempo completo y en algunos ratos trabajaré, y Nicole seguirá construyendo su carrera profesional de la manera más equilibrada posible), también tendremos más experiencia para educarla, y la alegría de que ya recorrimos nuestros caminos, de que vivimos nuestras vidas, las disfrutamos, y será ahora libre de vivir la suya, sin que transmitamos nuestros sueños frustrados. No quiero que nos mal interpreten, es solo nuestro caso, creo que disfrutamos mucho de nuestros diez años de casados y creemos que nuestra versión actual es mejor que nuestra versión 15 años atrás, pero también es una invitación a las parejas jóvenes a que independiente de todo vivan sus vidas y cumplan sus sueños.

Eso no quiere decir que ahora vamos a vender las motos y las bicicletas, todo lo contrario, estarán esperando el día en que podamos salir todos juntos nuevamente. Los abuelos y nuevos tíos que se preparen, tendrán que ayudar a cuidarla por raticos mientras por momentos seguiremos construyendo nuestra historia, porque sabemos plenamente que un día se irá y quedaremos nuevamente solos, más viejos, pero con las mismas ganas de seguir juntos.

Empieza un camino largo pero que estaremos felices de recorrer. Mucha gente dice “pobre niña, va a sufrir” y la verdad estoy de acuerdo, espero tener la suficiente sabiduría y equilibrio para que sea la mejor versión de ella misma, no será la persona que nosotros soñamos, pero sí que sea la persona que ella sueñe, espero ser un padre que le ayude a aprender a tomar las mejores decisiones, a ser libre sin dañar a los demás y que en algo ayude a construir un mundo mejor para su generación.

Por ahora solo me dedicaré a disfrutar verla crecer, en estos nueve meses vi lo rápido que crece y cuando nazca crecerá aún más rápido, quiero tener el privilegio y la seguridad de cumplir mi labor de padre y de esposo, de disfrutar los momentos que luego solo serán recuerdos, hasta que el mismo azar que trabajó incansablemente por unirnos decida separarnos.

1 Comment
  • David Rojas
    2020-06-28 at 6:02 pm  - 

    Pero que bonito mi hermano, espero que este regalo lo disfrute como solo sumerce lo sabe hacer. Mil bendiciones

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