Gracias Abuela 👵💝

👵Los últimos días he estado pensando en esa extraña sensación de saber que no seremos más que olvido, y es algo cruel.

Eso principalmente se debe a dos libros que me acompañaron de manera simultánea, -el olvido que seremos – y – Siquiera tenemos las palabras-. Me ayudaron a entender dos cosas, el olvido y la ignorancia, pues a medida que más aprendemos nos damos cuenta de todo lo que falta por aprender.

Quiero compartir algo que no puedo entender, que es tan profundo, que se hace complejo y difícil de explicar, se trata del amor de mi abuela y la sensación de que no fue suficiente el tiempo que compartimos, y el temor de que pronto pasemos a ese estado del olvido, a ese estado de nada, que lo llenamos con mística, con dioses o con historias.

Hoy quiero presentarles a mi abuela Ester, mi abuela paterna, para la que soy el nieto mayor y en total somos cerca de 8 (que yo sepa y en comparación con los cerca de 40 que tiene mi abuela materna) con ella vivimos hasta mis 5 años, en el campo, en uno de los lugares más hermosos y tranquilos que puedan existir, en una atmósfera campesina, tranquila como dicen los vecinos de la zona “aquí nunca pasa nada, porque aquí la gente es tan chismosa que cuando usted piensa en robarse algo ya toda la vereda sabe” y en realidad casi no pasa nada, solo chisme, cuentos y unas cuantas historias místicas y miedosas que cuentan y con las que nos traumatizaron desde pequeños, el gato negro, el marrano con cara de humano o el diablo “chinchorreándose” en algún lado, la llorona o cualquier otra cosa.

Después de salir de esa vereda no ha habido otro lugar que extrañe tanto, es como si una parte estuviera allá, sin que pueda estar completo hasta volver. Los casi 30 años que llevo en Bogotá, el tiempo que estuve estudiando en Europa, cuando voy a la chagra o cuando estoy en cualquier otro lugar no puedo calmar esa sensación de vacío y de querer volver, me gusta la experiencia de llegar y sentir todo el proceso.

De pequeño viajábamos con mis hermanos (algunas veces con mis tías) cerca de diez horas en bus, luego caminábamos un par de horas para llegar a la casa de mi abuela, por montañas que restaban nuestras fuerzas, pero no la voluntad. También he llegado en moto, en bicicleta (y espero algún día llegar caminando) hemos llegado por todas las direcciones posible, por la Virgen, por el alto, por la Aguachica, por las brisas, por el Chapetón, por el Espinito, por Tobaría y no se si me falta algún otro lado.

Hacemos eso para visitar a mi abuela (y por escapar de la ciudad), reunirnos en familia, comer juntos esos platos que nos parecen lo más delicioso del mundo, cargados de recuerdos, de emociones, de abrazos, de cariño y de esfuerzo, de meses para tener la gallina, el chivo, el maíz, el frijol y el trigo, cultivado por una mujer que muchos de los últimos 30 años vivió sola.

Ella sabe que va a morir, pero lo hará en su casa, en su tierra y en su pueblo, y no hay poder humano que la convenza de lo contrario, porque como le dice a los hijos, “manden en su rancho, pero a mi me dejan aquí” (lo dice más fuerte y con un tono único, difícil de escribir, y de expresar los movimientos de hombros y de labios que dicen más que las palabras).

Una mujer que no tuvo esposo, que se hizo cargo de sus papás y a los que ambos vio morir en sus brazos en un tiempo muy diferente, que educó a sus tres hijos de la mejor manera posible mis dos tías profesoras, (profesionales y con estudios superiores que ya los pagaron ellas) a las que hizo lo imposible para que terminarán su bachillerato normalista y mi papá que terminó el bachillerato pero que no le gustó mucho el estudio, siempre prefirió los negocios. Eran otros tiempos, hace más de 50 años, tenían que caminar 4 horas para ir a la escuela y por lo que cuentan muchas veces ella llegaba de sorpresa al pueblo con arepas, leña o harina, dejaba las cosas y se devolvía caminando otras cuatro horas, no creo que ella haya sido muy afectiva, ni consentidora pero si eso no es amor, no sé que lo pueda ser.

Esa es mi abuela, una persona que además no se quiso casar por obligación, como le tocó a muchas mujeres de su tiempo y a la que no pudieron someter nunca, que luchó en silencio y que será una más de esas miles de mujeres que no cedieron a la presión social en ese tiempo.

Vuelvo a lo que vi o viví, no a lo que me contaron (tengo esa rara capacidad o maldición de perderme en las historias). Es una alegría enorme llegar y la más profunda tristeza el día de irse, se me parte el corazón solo al recordar el día de volver a la ciudad después de uno o dos meses con ella, el voltear y verla despidiéndose, quedando en silencio o llorando, aún me conmueve.

Definitivamente no puedo entender ese tipo de amor, para nadie es un secreto que soy el nieto favorito, (así le duela a mis hermanos y primos🤪) después de durar años siendo inconsciente de eso y de muchas veces no valorarlo ni decirle nada, hoy he querido hacerlo, ya parece que es muy tarde para decírselo, parece que es suficiente estar con ella, para entender que nos amamos profundamente, que las palabras que expresan ese amor, aun no han sido creadas, son demasiado vanas y el aprecio hacia ella no se resume en una palabra.

Hoy a sus casi 90 años, y desde hace varios años hemos tenido que verla hacerse niña, cada vez más pequeña, con menos fuerza, con menos vigor, más consentida. Para todos pareciera que fuera un ser inmortal, pero no lo es y llevo años preparándome para ese día, que sin duda quebrara en mil pedazos mi corazón y el de toda la familia, que se une y mantiene con una fuerza impresionante, no acorde con sus fuerzas físicas cada vez más menguadas, tal vez eso que llaman lazos de amor (sí, como la novela).

Desde hace unos 8 años he pensado en que decir el día de su despedida, el día que todo termine, el día en que dejemos de ser ese punto del universo, ese punto que separa el vacío y quiero dejar ese escrito aquí, porque sé que ese día no podré decir nada, no por falta de deseo, sino porque las lágrimas y la sensación de tristeza represarán las palabras y la capacidad de lectura por un buen tiempo.

A ella no necesito decirle más, con solo mirarnos o sentarnos uno al lado del otro, podemos transmitir ese amor que nos tenemos, parece que las palabras sobran, y lamento, eso si, no haber dicho mas palabras de afecto, cuando me podía escuchar, hoy las conversaciones son un poco más difusas, más sencillas, no tan profundas. No sé en qué momento se fue esa capacidad de hablar o recordar cosas que representen más el amor o la vida, y a veces me rompo la cabeza en pensar esa ultima conversación profunda, que se fue, así como se fue el recuerdo de cuando dejamos de caminar de la mano de los padres, simplemente ocurrió, se fue sin aviso, el maldito momento no dijo que era la ultima vez, tal vez lo habríamos saboreado más.

Y aunque es un escrito para mi abuela, también es una invitación para que aprovechen los momentos que les quedan, abracen y compartan porque el punto final puede llegar en cualquier momento.

Abuela…

Lamento no tener una foto tuya de niña, pero sé que eras inquieta y burlona, como lo fuiste siempre

Lamento no poderte ver caminando por los mismos caminos otros 80 años

Lamento que tus cultivos no sigan alimentando recuerdos

Lamento que muchas comidas deliciosas se quedarán en el olvido y nunca las volveremos a probar

Lamento que en unos años tu voz se olvide, y se pierda el recuerdo

Lamento que no haya nuevas despedidas y nuevos reencuentros

Lamento que la vida sea tan corta y que ese tiempo en el que coincidimos haya sido tan corto

Lamento no recordar tantas cosas, y que cosas que vivimos ahora solo sean borrones

Lamento haber estado distraído y no aprovechar mejor esos momentos

Lamento la grosería o los desplantes

Pero ningún lamento hace que no valga la pena haberte conocido

Por eso prefiero recordar y guardar en mi corazón lo siguiente:

Tus abrazos fuertes a pesar de tus brazos pequeños

Tu cara de felicidad al vernos

Tu capacidad de desprenderse de todo para ofrecer lo mejor

Tu carácter y persistencia

Tu capacidad de dar lo mejor para los hijos y nietos

Tu risa picarona después de una broma

Las caminatas y reuniones familiares

La capacidad de reunir tantas personas alrededor tuyo

El valor por la familia

Los regaños a papá

La espuma de la leche en una hoja después de ordeñar

Todo el amor que queda en nuestros recuerdos

Las comidas tan ricas, que se vuelven mejor, por los recuerdos que traen

Y por eso estaré agradecido y te prometo dar el mismo amor a mis hijos y nietos, para honrarte y darte vida otro par de generaciones.

Gracias Abuela

2 Comments
  • Ana del Carmen Leal Ojeda
    2020-05-25 at 7:52 am  - 

    Que gran posibilidad de mover corazones a través de las palabras… Ese es el mejor homenaje a esos seres que amamos y qie que seguirán por siempre en nuestros recuerdos! Felicitaciones por ese noble corazón!

    • Gracias por el apoyo… Es muy cierto, los recuerdos nos seguirán acompañando cuando el cuerpo falte.

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